Las teclas no paraban de sonar, la fluidez en que sus dedos elaboraban palabras, a través de un complejo de teclas asignadas cada una con una letra distinta, era impresionante. Las ideas fluían naturalmente, era un arte pulcro desprovisto de errores e imperfecciones. Sin embargo, en este mundo ambiguo y confuso cuando se habla de perfección no se habla sino de otra imperfección más. Este era el caso del flaco alto que llevaba mi nombre. Si bien su manera de plasmar las ideas en papel o en computadora era a veces un arte, los motivos que lo impulsaban no lo eran. Ahogo mis lamentos detrás de las palabras que con rimas y metáforas visto de poesías. Esas vestimentas rudimentarias a las que llamo recursos literarios me habían servido cual anillo al dedo para expresar mis sentimientos, hasta el sol de hoy. ¿Por qué intelecto por qué? ¿Por qué haz de perder tu talento secreto para dejarme sin balsa ni comida en este naufragio repentino? No ves que se trata de ella, sí de ella, la que mantiene mis ojos despiertos y mis pensamientos descoordinados. Las teclas ya no suenan como antes y todo es culpa de ella.
Del frío nació una aventura, donde el flaco que lleva mi nombre vivió por nueve largos meses. Al respirar de nuevo ese aire particular de la ciudad capitalina del país del oro negro todas mis ideas encontraron alivio: ya estaba en casa. Para no hacer una historia larga aun más larga saltaremos esos primeros días de pasión y locura para otro momento. El calendario ahora muestra fechas de finales de junio, un día normal y tranquilo cualquiera en verdad, sin embargo llevaba un nombre escrito en él “reunión de campamento” (yo se que ya me contaste esa historia pero te la quiero poner desde mi punto de vista). Me monté en mi carro nuevo, un Aveo que pasaría 8mil kilómetros y varios meses después a llamarse el gran Paveo, me dirigía a una casa particular a reunirme con una gente particular. Llegué con el sentimiento de pena que siempre oculto erguiendo mi pecho y tocándome mi precioso pelo. Hablé con los de siempre, miré de lejitos a los nuevos y sin mayor conmoción me senté a realizar lo que los coordinadores del ‘mejor trabajo del mundo’ llamaban formación de las habilidades de trabajo en grupo o algo por el estilo, que en la cabeza del flaco sonaba más como: pintar carteles inútiles. Dos horas después y varios carteles pintados, algunos con gran destreza otros hechos con pereza, entraba en escena la protagonista, antagonista y razón de este cuento. Nuestro héroe no sabía verdaderamente de su existencia salvo que algún nombre y pasado había de tener esa chica rubia que tan graciosamente pintaba un horrendo animal en uno de los carteles. Las estelares palabras que salieron por primera vez de la recién incluida protagonista no fueron tan estelares después del todo. En efecto, fue un monosílabo respondedor de una pregunta un poco peligrosa “¿Vas Pensum?” (entiéndase ir de acuerdo con el plan académico establecido). La afirmación a esta pregunta causó una reacción motivada por el exceso orgullo del flaco de los poemas. Me era difícil creer que una chama con ese aspecto tan sencillo fuese tan aplicada, a lo que ineludiblemente me llevó a pensar lo peor: entonces ella era una galla. La reacción del flaco fue muy sencilla demostró a voz populi que los demás eran tan obtusos como él. Preguntó sin saber su nombre, apellido o edad, “A que te graduaste de primera de tu bachillerato ¿verdad?”. Afirmó la catira causante del conflicto de este cuento. Así comenzó la relación entre nuestro héroe y su princesa, con el pie izquierdo; lo que no sabía ella era que el flaco, era zurdo.
Esa tarde tuvo más puntas que una lluvia de flechas, sin embargo las mismas eran punta redonda –no hacían daño pero dejaban su marca. Al culminar la batalla, una inevitable pregunta debía de aparecerse en mi cabeza: ¿Quién es esa chama? No me sorprendió ver que el flaco alto sucumbiera a su cabeza caliente, que de lo más impaciente ya se ponía otra meta de frente. Pero ella era mayor que él y por su aspecto ya debía de tener otras metas distantes a las suyas. Descartada, fue la conclusión superficial del consciente de nuestro galán de esquina, mientras su subconsciente discernía con esta decisión. Los días pasaron, te volví a ver de nuevo, me tratabas con cariño, me sonreías a distancia, no sabía que pensar, en verdad me trataste igual que a los demás pero mi subconsciente frustrado tomó el control. El golpe de Estado mental tuvo éxito y me armé de valor para pedirte los 11 dígitos que constituyen la apertura hacia tu mundo. A pesar de haber ganado esa batalla, el orden en mi cabeza volvió a su antiguo dueño y sólo te escribí un par de veces, yo tenía otros planes aunque la idea seguía ahí. Llegó la primera Temporada: BVC, pero el cuerpo debilitado a la inestabilidad política de mi cabeza cayó en una fuerte gripe por la cual fui juzgado de porcino (ja ja ja). En fin, el flaco de 2 metros recuperó sus fuerzas físicas; mas no, las mentales. Los rayos laser de la catira preciosa penetraban a distancia la mente del flaco tocayo del gato Galarraga. Me concentré en devolverte las miradas, en buscarte entre las cabezas de baja estatura del resto del staff del campamento. Siempre estuviste ahí, me gustabas, pero yo me tuve que ir.
Te olvidé, fui a Cancún, hice desastres y desastres hicieron de mí el Tequila y el sol. Vuelta a la vida normal le tocaba al flaco descendiente del presidente Eleazar López comenzar una etapa que la primera dama había emprendido tres años anteriores a ese. Cero nuevo me llamaban, ‘Quiero verte’ me llamaste tú, y así me invitaste a conocer a tus amigos en el local más popular de la burbuja que llamamos Círculo Social. Fin de semana uno, trimestre uno, Gaby 1 – Andrés 0, ya me tenías en tu nido. Cómo iba a soportar el flaco de nombre Andrés de esa carita bonita en un ambiente de pasión. Las luces eran tenues, el ambiente chévere, tú estabas preciosa y a mí me encantaba verte. La música encapsuló a nuestro héroe y su princesa entre el calor de las masas, mientras tu labios y los míos se entrelazaban. Lo siguiente está de más decirlo.
Tres meses después había un conflicto, la flaca había usado todos y cada unos de los recursos existentes y hasta a veces robados para mantener al flaco con las gríngolas bien puestas. Lo especial de su técnica es que fue totalmente legal y dejó loco loquito al flaco que lleva mi mismo nombre. He aquí mi gran dilema, mis poemas son mis herramientas mortales para ahogar mis penas. Aquí entre nosotros no hay ninguna o ¿será esa la mayor pena de todas? Lo dudo, la única pena es no poder decirte entre rimas y versos lo feliz que soy cuando te beso, o no poderte escribir un alejandrino diciéndote como te prefiero a ti que al vino. Sin embargo te digo, yo no le envidio nada al gran poeta Rubén Darío.
Del frío nació una aventura, donde el flaco que lleva mi nombre vivió por nueve largos meses. Al respirar de nuevo ese aire particular de la ciudad capitalina del país del oro negro todas mis ideas encontraron alivio: ya estaba en casa. Para no hacer una historia larga aun más larga saltaremos esos primeros días de pasión y locura para otro momento. El calendario ahora muestra fechas de finales de junio, un día normal y tranquilo cualquiera en verdad, sin embargo llevaba un nombre escrito en él “reunión de campamento” (yo se que ya me contaste esa historia pero te la quiero poner desde mi punto de vista). Me monté en mi carro nuevo, un Aveo que pasaría 8mil kilómetros y varios meses después a llamarse el gran Paveo, me dirigía a una casa particular a reunirme con una gente particular. Llegué con el sentimiento de pena que siempre oculto erguiendo mi pecho y tocándome mi precioso pelo. Hablé con los de siempre, miré de lejitos a los nuevos y sin mayor conmoción me senté a realizar lo que los coordinadores del ‘mejor trabajo del mundo’ llamaban formación de las habilidades de trabajo en grupo o algo por el estilo, que en la cabeza del flaco sonaba más como: pintar carteles inútiles. Dos horas después y varios carteles pintados, algunos con gran destreza otros hechos con pereza, entraba en escena la protagonista, antagonista y razón de este cuento. Nuestro héroe no sabía verdaderamente de su existencia salvo que algún nombre y pasado había de tener esa chica rubia que tan graciosamente pintaba un horrendo animal en uno de los carteles. Las estelares palabras que salieron por primera vez de la recién incluida protagonista no fueron tan estelares después del todo. En efecto, fue un monosílabo respondedor de una pregunta un poco peligrosa “¿Vas Pensum?” (entiéndase ir de acuerdo con el plan académico establecido). La afirmación a esta pregunta causó una reacción motivada por el exceso orgullo del flaco de los poemas. Me era difícil creer que una chama con ese aspecto tan sencillo fuese tan aplicada, a lo que ineludiblemente me llevó a pensar lo peor: entonces ella era una galla. La reacción del flaco fue muy sencilla demostró a voz populi que los demás eran tan obtusos como él. Preguntó sin saber su nombre, apellido o edad, “A que te graduaste de primera de tu bachillerato ¿verdad?”. Afirmó la catira causante del conflicto de este cuento. Así comenzó la relación entre nuestro héroe y su princesa, con el pie izquierdo; lo que no sabía ella era que el flaco, era zurdo.
Esa tarde tuvo más puntas que una lluvia de flechas, sin embargo las mismas eran punta redonda –no hacían daño pero dejaban su marca. Al culminar la batalla, una inevitable pregunta debía de aparecerse en mi cabeza: ¿Quién es esa chama? No me sorprendió ver que el flaco alto sucumbiera a su cabeza caliente, que de lo más impaciente ya se ponía otra meta de frente. Pero ella era mayor que él y por su aspecto ya debía de tener otras metas distantes a las suyas. Descartada, fue la conclusión superficial del consciente de nuestro galán de esquina, mientras su subconsciente discernía con esta decisión. Los días pasaron, te volví a ver de nuevo, me tratabas con cariño, me sonreías a distancia, no sabía que pensar, en verdad me trataste igual que a los demás pero mi subconsciente frustrado tomó el control. El golpe de Estado mental tuvo éxito y me armé de valor para pedirte los 11 dígitos que constituyen la apertura hacia tu mundo. A pesar de haber ganado esa batalla, el orden en mi cabeza volvió a su antiguo dueño y sólo te escribí un par de veces, yo tenía otros planes aunque la idea seguía ahí. Llegó la primera Temporada: BVC, pero el cuerpo debilitado a la inestabilidad política de mi cabeza cayó en una fuerte gripe por la cual fui juzgado de porcino (ja ja ja). En fin, el flaco de 2 metros recuperó sus fuerzas físicas; mas no, las mentales. Los rayos laser de la catira preciosa penetraban a distancia la mente del flaco tocayo del gato Galarraga. Me concentré en devolverte las miradas, en buscarte entre las cabezas de baja estatura del resto del staff del campamento. Siempre estuviste ahí, me gustabas, pero yo me tuve que ir.
Te olvidé, fui a Cancún, hice desastres y desastres hicieron de mí el Tequila y el sol. Vuelta a la vida normal le tocaba al flaco descendiente del presidente Eleazar López comenzar una etapa que la primera dama había emprendido tres años anteriores a ese. Cero nuevo me llamaban, ‘Quiero verte’ me llamaste tú, y así me invitaste a conocer a tus amigos en el local más popular de la burbuja que llamamos Círculo Social. Fin de semana uno, trimestre uno, Gaby 1 – Andrés 0, ya me tenías en tu nido. Cómo iba a soportar el flaco de nombre Andrés de esa carita bonita en un ambiente de pasión. Las luces eran tenues, el ambiente chévere, tú estabas preciosa y a mí me encantaba verte. La música encapsuló a nuestro héroe y su princesa entre el calor de las masas, mientras tu labios y los míos se entrelazaban. Lo siguiente está de más decirlo.
Tres meses después había un conflicto, la flaca había usado todos y cada unos de los recursos existentes y hasta a veces robados para mantener al flaco con las gríngolas bien puestas. Lo especial de su técnica es que fue totalmente legal y dejó loco loquito al flaco que lleva mi mismo nombre. He aquí mi gran dilema, mis poemas son mis herramientas mortales para ahogar mis penas. Aquí entre nosotros no hay ninguna o ¿será esa la mayor pena de todas? Lo dudo, la única pena es no poder decirte entre rimas y versos lo feliz que soy cuando te beso, o no poderte escribir un alejandrino diciéndote como te prefiero a ti que al vino. Sin embargo te digo, yo no le envidio nada al gran poeta Rubén Darío.
Te adoro mi Flacatira!
PD: No pude estar ahí hoy, pero no necesito que sea 14 F para demostrarte lo mucho que me importas! Esto es solo una formalidad, en realidad contigo cualquier día es catorce y yo lo que quiero es que siempre goces xD...